Meditación

Creo que la meditación se inmiscuyó en mi vida antes de que me diera cuenta. Desde pequeña me gustaba estar en la naturaleza y practicaba algo que actualmente le dicen «baños de bosque«. Para mí, era fundamental buscar momentos de contemplación de la naturaleza, estar rodeada de árboles era lo máximo y lo procuraba constantemente. Cuando con mi familia íbamos a veranear a la playa, también necesitaba momentos de contemplación del mar. Esa contemplación me producía un estado de gran paz y sosiego interno. Por cosas de la vida, a los 15 años mis pasos me guiaron a un templo budista e intermitentemente durante ese verano asistí a practicar ese estilo de meditación. Se volvió algo habitual y comenzó a hacerme sentir que lo necesitaba para nutrirme, que era un tipo de alimento y que me hacía sentir conectada con todo y al mismo tiempo conmigo misma. Y no importaba si lo dejaba de practicar, cada vez que volvía me daba ese espacio donde era yo en comunión con todo lo existente y me producía una infinita paz, alegría y felicidad. Después, quise probar distintos estilos (zen, taoísta, yogica, visualización, guiada, en movimiento, etc.), diferentes lugares (templos, bosques, playa, desierto, montañas, oficinas, etc) e incluso circunstancias (extrema altura, extremo frío, extremo calor, con alta contaminación acustica, bajo el agua, entre otros). Cuando me formé como instructora de Kundalini Yoga, decidí que sin duda una de mis especializaciones iba a ser en meditación y después, pude concretar mi especialización en «Mente y Meditación». Ha sido toda una vida vinculándome con este arte que adoro, que me nutre, que es mágico y me gustaría compartir lo que he descubierto y lo que he aprendido contigo.